viernes, 21 de diciembre de 2007

Cadáver Exquisito V

Paula - Leo.
Leo - Paula.

Dos viejos conocidos en esto del cadáver exquisito intentaron exprimir su poética (y la del otro), tratando, simultáneamente, de derrumbar el juicio de que la escritura sea de a uno. Tema de discusión.

Me desarmo con ese no sé que de sirena de sal, que se deshace en la bruma
todo acaba en el cielo.
Incluso esos leves diálogos que resultan de una rara mezcla de alcohol con libertad, eso sí, libertad de los antiguos
como las lágrimas de un muerto, vivaces como su última risa.
Produce risa, claro. Observar, además, cómo aterrizan en la luna los gorriones junto con las cenizas. Sólo que ellas son más desprolijas y menos puntuales.
Sueños, vencidos por el alba, emprenden la retirada saturando el vacío de la cama ya vacía.
Por contrapartida, el mar es una cajita vacía. Y suele llorar en demasía
de reveses tangueros en la cabeza, y truenos en la cabeza. En el afuera, Silencio.
Está bien. Ahora contáme algo vos. No quiero cansarte. Sólo quiero que nos apresuremos en recorrer esta parte del universo. Esto de aquí.
Y allí? Tus ojos otra vez, de plomo enharinado con trigo de mis manos.
Siguiéndolas, siento que los mapas físicos no hacen nada más que reiterar las cuencas de tus manos. Las que me regalaste
de modo natural, casi a bostezos...
No te me duermas. Querés un poco de café o prendo la tele?
Quien trepa los signos de pregunta ahora, cuando atardece, iluminandolos?)
Entonces apaguemos la luz. A veces, nuestros idos necesitan de luz para saber que el cielo era esto y el infierno era una danza metafórica
y pleonásmica, siempre significante, entre acordeones de tinta.
Tinta roja, como dice el tango? No importa, ya te fuiste, cuando comencé a hablar.

1 comentario:

Unknown dijo...

Leo,una palabra... ¡GRACIAS!